Los Nuevos Pasos. Una visión del rock subterráneo limeño post 2000 (primera parte)
Por: Víctor Vilcapuma Vinces
¿Cuánto gris ha caído ha caído
tanto tiempo a tomado
tanto tiempo he apostado por volver a empezar?
- G3 : Gris –
Tratar de analizar lo que fue la primera década del milenio es hablar de una época de transición significativa para el rock peruano nacido en las cantinas subterráneas, años en que se buscó el camino de la autoafirmación y reconocimiento en la profesionalización; pero conllevó la pérdida de identidad que dos décadas atrás forjaron un grupo de jóvenes que quisieron lo mismo que ellos: ser escuchados.
Este es un esbozo que trata de dar un registro de lo que fue el rock peruano nacido de las canteras subterráneas, un texto que más adelante tú y yo podremos escribir, discutir, aportar o simplemente rechazar. La eterna discusión de que si lo subte debe estar ligado necesariamente con un rollo político la dejo para otros estudios, de hecho mucho mejores que el mío (que no toma ni señala, por el momento, las escenas al interior del país(1) y cuenta, de seguro, con muchos errores), el cual solamente trata de aportar una visión particular del desarrollo de una escena que, como a ti, me apasiona.
2000 - 2001
Demostremos con nuestros actos que no somos lo que ellos piensan
trabajemos y resistamos en pro de nuestro ideal
sin sectarismos, todos juntos avancemos
hasta conseguir lo que anhelamos
Generación Perdida - Anarcopunk
Obviamente, para entender qué tenía el rock limeño al inicio de la década debemos tener muy en claro cuál es el contexto y los actores que encontraremos en él.
Primero, nos encontramos ante un gobierno de transición, donde los jóvenes han sido participes de la lucha contra el gobierno dictatorial del expresidente Alberto Fujimori. El público consumidor del rock local en el año 2000 estaba conformado por jóvenes que habían “bajado”, en su mayoría, en los años 97-98(2), teniendo la influencia de lo que se conoció cómo movida “alternativa” de los noventa. Fueron ellos los protagonistas de la década del 90 y fueron ellos los que dejaron prontamente la posta a nosotros, los chicos post 2000.
Segundo, nos encontramos con la explosión del neo punk o punk melódico y la diversificación de los géneros como el pop rock, el reggae, el pop, experimental, etc. El movimiento alternativo, en efecto, ya sentía la ramificación de “microescenas”, independientes unas de otras, pero ligadas en su estructura y metodología de trabajo. Mientras tanto, en lo referente al rock netamente subterráneo, las puntas de lanza habían desaparecido. Una es G-3, la cual se despide de los escenarios a fines del 2000, y otra es Leusemia, que para esos momentos ya había esgrimido su filo progresivo(3).
En cuanto a los medios logísticos, el panorama es promisorio. Para el 2001 existen más de 20 estudios de grabación en Lima, con nuevas tecnologías que habían abierto la posibilidad de un mejor manejo de equipos y de infraestructura mayor por parte de empresarios que invirtieron en el negocio de los conciertos.
Por último, en el contexto artístico/ideológico, el internet y los colectivos han desarrollado ya cánones que favorecen la difusión de pensamientos contraculturales. El escenario de una dictadura y los movimientos estudiantiles en contra de ella hacen que las acciones sean mucho más visibles en todos los frentes. Desde el anarcopunk hasta los simples seguidores musicales del rock local, desde los subtes reacios hasta los intelectuales más visionarios, uno y otro vio en la re-reelección de Alberto Fujimori un punto de encuentro donde no importaba qué canto llevabas o que ideal pregonabas, todos intuyeron que algo andaba mal en el Perú. Pero ¿qué pasa cuando un enemigo en común es derrotado? ¿Qué ocurre cuando la democracia es instaurada y —en el papel― las libertades son restituidas?
El-neo-Boom
Entregado a una simple convicción
que termina en profunda sensación
en un mar de corazones al azar
te llevaré hasta el final
Futuro Incierto - 9 Años
La lucha para que el rock sea reconocido como cultura marca el inicio del 2002, año particular donde se da una explosión. Podemos ser participes de las protestas (por el cierre de programas en Radio Nacional y por la declaración del rock como cultura parte del INC) denominadas Rock es Cultura 1 y 2 que son la mejor muestra del grado de identidad y de conciencia que ha tomado ser un seguidor del rock hecho en el Perú.
Sin embargo es la masificación de dos medios son más importantes resaltar: El cable y el internet. Para el 2002 tener cable no era un privilegio, se había vuelto indispensable para todo hogar limeño(4) lo cual hizo accesible a la mayoría de jóvenes enterarse de qué pasaba con las tendencias musicales mundiales.En cuanto al internet, si bien el boom de las cabinas cambió el panorama, su función siguió siendo de vitrina al exterior para bandas pero tomando más en cuenta funciones webzine (información actualizada y rotativa, registro de bandas, mp3s, etc). Ya contamos con nuevos medios, sumándose a la fundamental Cantina Subte, páginas web como 23punk, las dos rockperu (org y .com).
Yendo a medios más tradicionales, la radio era el más auspicioso. Ya se contaba con programas de radio insignia: Radio Insomnio (de Radio América, el cual sería el de más llegada y audiencia, además de marcar la pausa en cuanto a lo que se escuchará en casi toda la década), Zona 103 (llegando a nivel nacional y, además, creador del Radio nacional sale a la calle), Hecho en el Perú, Ave Roq, Máximo Volumen, etc.
A pesar de eso, se perdieron otros medios como las publicaciones impresas. Revistas como Caleta terminaban su ciclo y a su vez el “fanzine” como medio contracultural se pierde resultado de la desestructuración de los movimientos subtes (artísticos, libertarios, etc)(5) y la llegada de nuevas tecnologías.
Todas estas facilidades hizo posible la masificación. Para el 2002 los pequeños conciertos se hicieron grandes festivales que acogían entre 2000 y 3000 personas hasta llegar al tope con conciertos como Radio Nacional Sale a la Calle que congregó 9000 personas.
No obstante, el circuito no estuvo preparado para la llegada masiva de nuevos personajes. Mientras que los “subcircuitos” artísticos ligados al rock (literarios, plásticos) no aprovecharon la posible repercusión que lograría su obra con esta masividad(6), la mancha que aun defendía el título subterráneo se enfrascó en elitismos y negación de este nuevo fenómeno. Parece que se olvidaron de que el sentido de subterráneo era la creación de una vía paralela, al margen de la oficial, con miras a convertirse en un verdadero movimiento. Un movimiento que parecía ya ganado pero que, según ellos, “con nueva gente”, se desvirtuó. Fue el mismo individuo asistente al circuito el que sacó sus propias conclusiones y empezó a hastiarse del espacio que le ofreció libertad y cultura pero que al fin y al cabo se cerró en un círculo vicioso de poses y elites.
El año cierra con un disturbio que da cuenta de la magnitud del crecimiento del rock peruano, de su público y de su concepción: En el Festival de Fin de Año Botas Negras (Estadio Lawn Tennis) se originó un gran desorden en el público que reaccionó violentamente al enterarse de que las bandas Leusemia y M.A.S.A.C.R.E. no se presentarían. Hubo saqueos e intervención policial. Con este panorama nos preguntamos: ¿está la gente consumiendo y valorando la cultura de rock peruano? ¿Hasta qué punto el crecimiento se ha llevado de buena manera? El 2003 nos daría muchas respuestas y nuevos partícipes de este movimiento.
El tercer año del 2000 podemos denominarlo como el de los megaconciertos (festivales). Al menos se producían 3 al mes y el éxito de estos animó a hacer muchos más. Fue en ese marco que notamos un nuevo tipo de público, el adolescente que encontró en esta nuevo circuito de entretenimiento un escape, una diversión vendida como rebelde y un visión de un mundo diferente donde hay espacio para todos (¿les suena?). Hacer un concierto se convirtió en un negocio lucrativo y captar las bandas insignia (que, a comparación de bandas de otros géneros cobran –––“muchísimo”–– menos) para hacerlas ídolos fue la constante. Fue allí donde se desarrolló el neopunk o punk melódico, gracias a la llegada de MTV y el éxito de bandas como las estadounidenses de Blink 182, Green Day, Sum 41 entre otras.
Si afuera la formula tuvo éxito, acá también la podría tener. Si los chicos no podían ver a Blink 182, ¿a quién podían ver? Pues a 6 Voltios.
Los nuevos muchachos
Nadie le importa, nadie hace nada
nunca perder la esperanza nunca…
¡Pero mi generación, es una mierda, está perdida!
Generación Perdida – 6 Voltios
El caso de 6 Voltios (banda influenciada por el punk californeano de las bandas mencionadas, además de los locales Asmereir) es un ejemplo de cuánto el producto MTV caló en los adolescentes de la época. La muestra estuvo en la proliferación de bandas “calco y copia” de los 3 acordes con temática “huevera”, de paltas adolescentes y canciones de amor.
Fue entonces cuando la anterior masa que veían en el rock peruano la rebeldía de géneros duros (metal, punk clásico, grind, neometal, etc) se terminaría de alejar porque según estos “la escena se llenó de ‘chibolos’ que cantaban “a su perro” o a su ‘flaca’”. Así, llegarían los nuevos chicos y tomarían el género más accesible a ellos: el punk en su vertiente melódica.
En esa nueva camada de bandas destacaron Diazepunk, Inyectores(los ex G-3), Dalevuelta entre muchas, pero muchas, otras. Ahora, la pregunta es ¿cumplieron su función como nuevos baluartes del punk rock peruano?. Diríamos que no.
Dejando de lado peroratas políticas que no vienen al caso, la función que llevaron estas bandas no pasó más que a la búsqueda del desarrollo y éxito individual, confundido con profesionalización de propuestas. No criticamos el derecho de los músicos en forjarse una carrera, pero sí damos cuenta de que se olvidó el mismo sentido de “movida contracultural” que tenía el rock hecho en el país y que si alguna vez se apostó por un desarrollo común, ese común que entendían ellos fue el de sus pequeños círculos; además, no importó más desarrollar la identidad cultural del individuo amante del rock peruano(7). Prueba de ello es que el día de hoy la mayoría de las bandas del periodo 2002-2005 han salido de actividad o simplemente se aburrieron de la escena y se fueron. El rock paso de ser un medio generación de conciencia a ser un medio de entretenimiento. Y así gustó.
Otra razón fue por poca conciencia de la misma historia del movimiento subterráneo que forjó los circuitos que ahora ellos usaban, no solo de las bandas “representativas de este nueva ola” sino del mismo público. Datos comprobados para cualquier asistente a un festival de fin de semana: el 80 % de sus asistentes no tiene ni idea dónde nació el rock alternativo nacional que ellos escuchan, no sabe de bandas pioneras ni de bandas ochenta ni noventa (fuera de las conocidas como Dolores Delirio, Leusemia, Narcosis o G3). No las conoce ni les interesa conocerlas pues no ven en ellas una influencia o un lazo al cual seguir. Y esta falta de conciencia se debe también a un problema de comunicación entre las generaciones anteriores que se niegan unas a otras y que definitivamente es un tema que merece un trabajo aparte. ¿Es mucho pedir que haya una conexión entre el público de festivales y la escena rockera con tintes contraculturales? Pues parece que sí. Mientras el movimiento anarcopunk se encerraba en Asko Social (espacio de encuentro y venta de material anarcopunk) y caía —aun más― en la fragmentación(8), bandas "de vieja escuela" se empecinaban en transitar en mini circuitos de feelling subterráneo del centro de Lima, continuando lastres logísticos a pesar de que muchas tenían calidad y también eran partícipes (aunque en menor medida) de los nuevos espacios de la masificación (caso Héroe Inocente, PTK, Irreverentes, ARZ, etc.)(9).
La monopolización en los festivales se hizo evidente: de más de una decena de propuestas musicales la oferta se cerró en el hardocre/punk melódico (o afines) y fueron solo un reducido grupo de músicos los beneficiados. Y es que para ese momento la realidad era única, este punk melódico vendía y fue el camino más fácil para atraer a miles de adolescentes que vieron en esta propuesta un reflejo de sus discernimientos de identidad propios de la edad, una rebeldía de pubertad que podía moldearse en un estilo, empaquetarse y reproducir patrones de mercado que dieran frutos a los que invertían en ellos. Es verdad que géneros opuestos a ese punk se vieron beneficiados en un principio (ya sea los casi desaparecidos neometals o los que ya contaban con un renombre), pero el espejismo calló para el 2005: el recambio no ocurrió masivamente y la tajada más grande de la torta fue engullida sin que los otros hicieran nada por evitarlo.
Buscando un camino
Esa voz que aun te intento gritar
no a las reglas o a la conformidad
lucha ahora por una causa individual
esclavo de tu ira.
Inyectores - Parasito
¿Qué impidió que otros géneros lograran esa magnitud que logró el punk si el público consumidor de rock aumentó en un 500 % a comparación de los noventa? Echarle el perro muerto a “una mafia conspiradora y monopólica” sería lo más fácil, pero sería de mezquinos. Aquí se postula que las razones de su primogénito debacle fueron la poca capacidad organizadora de otros sectores, los cuales se estancaron en viejos modelos sin saber captar al nuevo público, contentándose con cerrar el círculo y sobrevivir, ni que hablar de las trincheras que aun se proclamaba subterráneas, las cuales se cerraron todavía más en sus dogmas y perdieron el tiempo en una intransigencia ciega y negar cualquier posibilidad diferente a la suya. En el peor de los casos se perdió el do it yourself característico de otras épocas esperanzándose en entrar directamente a los mass media o tratar de probar ese pastel del que hablamos. Corazón, calidad y bandas hubo, pero al menos en ese momento se contentaron con llenar el pequeño bar.
¿Y qué ocurrió con la producción discográfica en esos 5 años? Pues aumentó y, fuera de la proliferación de grabaciones de hardcore/punk melódico (entre los que destacan Futuro Incierto con su Picnic y Confetti, el aún clásico A mí que chucha tú de Dalevuelta y el empalagoso, pero referencial, Bajo en Serotonina de Diazepunk), aparecieron más discos de igual o mejor calidad como el "Rock Subterráneo" de Morbo, banda que será importante para finales de la década en la reestructuración de una nueva escena sub; Generación Perdida siguió editando splits y participó en diversos compilatorios; Autonomía volvió a sus raíces, que se recopilarían en el excelente Necrología; Dios Hastío saca el Advenimiento de lo Inevitable, 3 al Hilo editó su primer disco Imposible dejar la Pichanga; PTK haría lo mismo con Antipatria; Manganzoides y su horror punk psicodélico, con En la ciudad del horror, y Aeropajitas con su Kepoka de mierda. Además los hardcore tendrían su cuota con un excelente Ultramotor (de la banda homónima) y Corrosión en la nación de Desarme. Los nombrados, claro está, no fueron los únicos, pero son estos los que, a entender nuestro, fueron las producciones referentes.
Esta masificación obviamente también sirvió y de mucho. Como un factor de arrastre el acercamiento a prestar oídos a lo que se hace acá subió y, en un momento, el “consume rock peruano” parecía por fin ser la realidad que se necesitaba para lograr un circuito fuerte. No obstante, ocurrió lo que pasa cuando el restaurante te cambia el plato de entrada pero el menú sigue siendo el mismo, empalagándote más con el mismo postre: la oferta visible se saturó y esta generación consumista, pero sin una real cultura acerca de la música rock, empezó a aburrirse. Así es, llenabas un festival con 5000 personas, con las mismas bandas, pero estas bandas venden apenas 300 discos, y solas no congregan a no más de 250 personas en un concierto.
Los medios de comunicación se centraron en internet y aunque se supone que este medio llevaría a una democratización de espacios, los focos de opinión también se centraron en el mercado de megafestivales (retribuyéndose mutuamente, claro está). Por ejemplo, un joven entraba a “la movida”, la primera página en ser vista era 23punk que, al ser el medio más visitado, se centró en las mismas 20 bandas conocidas y, por supuesto, festivaleras.
A esto se sumó la desaparición de los espacios radiales. Con un cierre tras otro, los pocos espacios que quedaron fueron atrincherándose en radios distritales que no tuvieron mayor llegada. Este caso es un poco diferente, pero al fin de cuentas va por el mismo lado: el público. Es cierto que hubo un sistemático cierre de espacios sin razón lógica (los programas de rock peruano eran los más escuchados en su horario) y que en un principio se luchó por su permanencia, pero ¿qué fue después?, ¿dónde estuvo la gente que luchó el 2002 por el rock es cultura? ¡Cierto! ¡Estamos hablando hoy de la gente que “bajó” el 2003 en su mayoría! Pues ellos no estuvieron, no les dolió, no les importó.
¿Qué dejó esta época para nosotros, el público? Pues una unidad perdida, un ocaso del que pocos se salvaron y muchos, pero muchos se fueron. Esto produjo el segundo cambio generacional de la época, los adolescentes rockeros maduraron y al no tener un piso real se cayeron. Esta pequeña industria emergente fabricó identidades, pero a la vez destruyeron todo rezago de aquello que parezca tener un mínimo de singularidad. Para la segunda mitad de la década había menos de la mitad de personas asistentes a un concierto que habían llegado en el anterior quinquenio. . A los chicos le aburrió la moda y empezaron a buscar algo más en otros lares. Adiós 2005. Adiós muchachos.
Cómo le digo ahora que,
que manejaba yo ese tren
y que al final colisionó
y que el maquinista era yo
Histeria Kolectiva – El Maquinista
*
(1) Si bien la escena limeña es referente para las escenas de otras ciudades, considero injusto considerar que Lima tiene el monopolio de rock en el Perú. Para saber más de la movida en otras ciudades recomiendo, entre otros, el libro “Desde Mis Ojos” de J Vasquez Solis (Ica), “Historia de La cultura subterránea 1970 - 2009” DVD de Vladimir Francisco Cazó Callirgos (Arequipa) o el trabajo que viene haciendo el blog Cronicas del Antiser (Trujillo).
(2) Hablo de los hijos de aquel Niño Malo del 98, no de los subterráneos que fueron parte del boom del 95.
(3) Cabe mencionar también a Dolores Delirio. Aunque sus nacimiento data de los noventa, sus raices son subterráneas. Su papel en esta nueva década fue casi nulo. Su viraje musical con Raíz y su idas y venidas hicieron de ellos un producto nostálgico mas no representativo.
(4)Ya sea por el hecho de las mejores económicas o por la proliferación de cable pirata.
(5) Si bien nunca dejo de publicarse, el fanzine deja de ser un vehiculo común en el rock local resistiendo más con publicaciones esporádicas en espacios reducidos como el del anarcopunk.
(6) Sin embargo hay excepciones. Una de ella es El Averno, centro cultural que siguió conjugando en sus instalaciones el rock con otras artes.
(7)Kamilo Riveros, antropologo, músico e investigador de la movida local, gráfica mejor el proceso de construcción de identidades. “Culturalmente la escena representa un elemento fundamental en la constitución de identidades en el medio urbano, donde las manifestaciones culturales de origen anglosajón y norteamericano han sido asimiladas y transformadas, siendo utilizadas como un medio de protesta, crítica y expresión, por diversos sectores socioculturales, que los interpretan de maneras específicas según sus propios bagaje (...) Políticamente, la escena además de proponer formas de organización y producción alternativas, difunde contenidos de crítica social de todo calibre. Su capacidad de convocatoria ha sido utilizada para la concientización en la defensa de los Derechos Humanos y en la resistencia y denuncia frente a la dictadura fujimorista” (RIVEROS, Kamilo La escena roquera alterna en Lima [Lima, Perú]: GREIMDA Pucp (citado el 10 noviembre 2010). Disponible en PDF http://www.uc.cl/historia/iaspm/lahabana/articulosPDF/KamiloRiveros.pdf
(8) El movimiento anarcopunk tiene su cisma el 2005. Para más referencias leer el último número del fanzine Buscando un Camino y la entrevista a Ricardo Espinoza, lider de la banda anarcopunk Generación Perdida, en www.audiofobia.com.
(9) Hay que precisar que esto no significó la claudicación de propuestas. Muy interesante fue la colectivización del colectivo La Mano, que agrupó a bandas rock and roll (Cesar N y el Cabaret Fragor, Vaselina, Rabioso, Los Fiats, Turbopótamos) que tuvieron un trabajo autogestionado y autocrítico del movimiento subterráneo. Para más info leer el número 2 de la revista Desconexión o sus recordador manifiestos.